Van a llevarme al suicidio.
Una de las mejores sensaciones que puede llevarse un cinéfilo es a la hora de visualizar todo la filmografía de un director o directora, descubrir mucho más que esas dos o tres películas suyas que habías visto hasta entonces y que te gustaban más o menos. Y si ya encima es una de esas obras incomprendidas a la que le ves sentido y acabas defendiendo a ultrajanza es cuando te conviertes en un paria social de esos que a mi me gustan.
Scorsese (1.63) es mi director favorito junto a Christopher Nolan; apenas hay películas fallidas en su filmografía, y tiene tres obras maestras en su quehacer, más otra por reivindicar.
Sin embargo, el último en permitirme experimentar dicha sensación está siendo el francés de origen polaco, Roman Polanski. Comienzo a sentir adoración por este pequeño director (1.65) que si bien ha tocado una serie de géneros a lo largo de su carrera, quizás sea por su introspección por el alma humana en una atmósfera hostil y sobre la que lucha por el control (algo parecido al cine de Scorsese aunque con sus claras diferencias) lo que más llama mi atención.
Rosemary´s Baby (1968), Chinatown (1974), Tess (1980), The Pianist (2002), son solo algunos ejemplos de lo que digo. Aunque la película que quiero tratar hoy con vosotros es seguramente la más personal del director en ese aspecto. Para muchos de sus fans es su obra maestra debido a ello. Creo que estamos ante una genial película superior a las protagonizadas por Mia Farrow y Jack Nicholson, pero no a las de Nastassja Kinski y Adrien Brody.
Basada muy libremente en la novela de Roland Topor, Le Locataire Chimérique, somos testigos de la historia de un polaco nacionalizado francés llamado Trelkovsky que llega a un edificio de apartamentos al oír que hay uno libre. Su anterior dueña, una joven alquilada muy agradable y sin problemas aparentes se acaba de suicidar... más bien lo ha intentado, ya que sigue en el hospital. Trelkovsky va a visitarla, siendo esta una de las escenas más importantes de la película, más adelante entenderemos la razón. Allí conoce a otra joven, amiga de la antigua inquilina. Los dos se marchan juntos para reponerse de la dura impresión y acaban en una sala de cine donde se lían. Poco días después se entera de que la dueña ha muerto por la que termina mudándose.
Él sencillamente quiere ese piso pero nunca se nos explica la razón. La historia se excusa en que hay pocos pisos a precio razonable por esos días en París, por lo que el protagonista no se lo piensa, pero el piso es para verlo. A mi por momentos me recuerda la de Torrente, el brazo tonto de la ley (1996), cuya principal función era dar asco y dar una sensación de claustofobía. En el caso de Polanski, más de lo segundo que de lo primero afortunadamente. Pero el piso no es lo único que tiene telita, no. Los demás inquilinos del edificio. Gente extraña, con pocos escrúpulos, desagradable a primera y última vista. Trelkovsky tarda poco en darse cuenta que no cuaja con ellos, pero ese es su piso y de allí no lo echan ni aunque conspiren todos contra él... y en apariencia lo hacen.
Le Locataire, de 1976, está protagonizada por el propio Polanski en un personaje alter ego suyo. Si esta película se hubiese hecho tras su huida de Estados Unidos habría tenido un transfondo mucho más interesante, ya que la cinta viene a mostrarnos la terrible alienación que sufre una persona buena, amable, algo tímida y muy respetuosa, en un ambiente hostil como el que nos presenta el director. El rígido dueño del piso que parece alquilar más un favor al concederle una oportunidad a Trelkosvky, que un piso; la portera cotilla, borde y desagradable que sirve de primer contacto entre la realidad de la calle y la de aquel edificio; los demás vecinos que se quejan por la menor muestra de ruido por parte del recién alquilado.
Polanski retrata en esta película un ambiente opresivo de tales magnitudes que no sería hasta El Pianista cuando el maestro se superase a si mismo. Superior al de Rosemary´s Baby, que aún siendo una muy buena película veo sobrevalorada al igual que Chinatown.
Polanski quiso escapar de Hollywood tras volver a la cima con precisamente Chinatown, (años más tarde escaparía por otras razones) con una película mucho más personal, para ello él mismo da vida al protagonista estando presente en todo momento. El trabajo del director como actor mejora bastante en comparación con El Baile de los Vampiros, ya que en cierto sentido Polanski más bien actua poco, sino que se confiesa delante de la cámara con las cosas que más le atormenta llegando de modo más efectivo al corazón del espectador que otros personajes de películas suyas.
No creo, es mi opinión, estar ante la obra maestra de Polanski, ni mi cinta favorita de su filmografía, ya que me sería imposible dar un único título a alguna de esas dos categorías, pero si que es una magnífica película que perfectamente podría estar en el Top 5 y que recomiendo.
Os dejo el comienzo de la película, magnífica presentación del particular escenario de esta obra:
Y el magnífico Trailer de la película.
Mi nota: 9
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